EL
SISTEMA NACIONAL ANTICORRUPCIÓN: SIMULACIÓN EXTREMA
Cualquier estudiante de
Derecho sabe que con el marco legal que tenemos podemos enfrentar y reducir la
corrupción. El titulo cuarto de nuestra Constitución Política y los delitos
previstos en las leyes penales-abuso de autoridad, cohecho, peculado, tráfico
de influencias…-bastan y sobran para tal efecto. Es cierto que ningún ejercicio
de homologación sale sobrando, pero no se requería mucho más. ¿Para qué
queremos, entonces, un carísimo Sistema Nacional Anticorrupción?
Si lo que tenemos no ha
funcionado, no ha sido por sus deficiencias si no porque no se ha querido
utilizar. De nada sirven las espadas más afiladas si nadie se anima a echar
mano de ellas. ¿Qué nos hace suponer, en este caso, que ahora si habrá voluntad
política para utilizar este nuevo y costoso sistema, que tiene más de circo que
de herramienta jurídica?
El senador pablo Escudero,
presidente del Senado, ya señalo que habrá que destinar 143,072,000 pesos para
pagar las 150 plazas de la nueva estructura burocrática: cinco integrantes del
Comité de Participación Ciudadana, siete direcciones, 17 subdirecciones, 38
jefaturas de departamento y otras decenas de plazas nuevas. A esto habría que
sumar bienes muebles e inmuebles que exigirá el funcionamiento del sistema. Es
cierto que lo que cuesta la corrupción a México excede, en mucho, estas
cantidades. Pero –de nuevo- ya tenemos los órganos para combatir esta sangría.
¿Por qué no activarlos en lugar de crear otros nuevos?
¿Para qué se crearon, si no,
procuradurías fiscalías anticorrupción, jueces y magistrados de todos los
niveles que, de acuerdo con la ley, están obligados a combatir la corrupción?
¿Para qué sirven la Auditoría Superior de la Federación, el Instituto Nacional
de Acceso a la Información y la Secretaria de la Función Pública?
A juzgar por el informe que
acaba de emitir la fundación suiza Foro Económico Mundial, para lo mismo que va
a servir el Sistema Nacional Anticorrupción: para nada.
En todo caso, con ese
sistema se podría dar chamba a algunos activistas que la buscan. Así se les
tranquilizaría temporalmente. Lo mismo con la Fiscalía Anticorrupción, si bien
el fiscal, “autónomo” puede ser removido en cualquier momento.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial,
México es el decimotercer país más corrupto del mundo. Con este resultado, de
poco sirven los seis lugares que escalo México en el ranking del Índice Global
de Competitividad pues con este grado de corrupción ¿Quién querrá invertir en
nuestro país? Transparency Internacional ha sido más generosa: otorga a México
el lugar 95 de 167… nada de qué presumir en todo caso.
“Las causas de la corrupción
son multifactoriales”, declaran los académicos pomposamente. “Es un asunto
cultural”, ha dicho el propio presidente Enrique Peña. Pero esto no parece tan
claro. Son, más bien, las instituciones extractivas –diseñadas para que unos
cuantos se beneficien del trabajo de muchos-, que tanto se esmeran en sostener
nuestras élites, las que explican el fenómeno.
Pensemos, sin ir más lejos, en la Formula
Otero del amparo: una institución que permite que la misma ley sea
constitucional para unos pero inconstitucional para otras no hace sino promover
la desigualdad. ¿Cómo no va hacer corrupto un país donde unos pagan impuestos y
otros no tienen que hacerlo, con la ley en la mano? ¿Cómo no va haber
corrupción donde unas personas están autorizadas a cultivar marihuana y las que
no gozan de esta “patente” pueden ir a prisión si son descubiertas?
Esta desigualdad, consagrada
en la ley por quienes quieren seguir disfrutando de sinecuras y prebendas,
genera profundos resentimientos que van desde el raterillo que siente que tiene
derecho a robarse un refresco en una miscelánea o a asaltar a un transeúnte,
hasta los movimientos guerrilleros que se gestan en normales como la de
Ayotzinapa, encausados a derribar al establishment.
“Hacen falta más
soldados-dicen los privilegiados por las instituciones extractivas-, hacen
falta mas policías.” Pero lo que hace falta son más oportunidades para los
marginados, más posibilidades de competir a quienes no pertenecen a las elites.
Menos simulación. “El Sistema Nacional Anticorrupción-declaro Andrés Manuel
López Obrador- será un derroche más para tratar de engañar al pueblo de México
de que ahora si van a cambiar las cosas, lo cual es falso”. Tiene razón.
Mientras nos empeñamos en
que 20 por ciento de los mexicanos siga gozando de 80 por ciento del 20 por
ciento restante, México seguirá siendo ingobernable y Corrupto.
Publicado en la revista el Mundo
del Abogado, Noviembre 2016 en su editorial, Ángel M. Junquera Sepúlveda,
Director